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Khamba, de «El niño que domó el viento»

11 mayo, 2020

No todos los perros son protagonistas principales de historias, como en «Red Dog» (cinta de la cual escribí un post) ese magnífico perro rojizo australiano que se robó el corazón de todos. Sin embargo, aunque tengan un papel más discreto, no por ello pasa desapercibida su enorme importancia, como ocurrió con Khamba.

William Kamkwamba y Khamba.

 

A principios de 2019, se estrenó la cinta británica «El niño que domó el viento» (The boy who harnessed the wind), basada en la historia real de William Kamkwamba, un humilde chico de 13 años quien vive en una aldea de Malaui, en África, junto con su familia (padres y dos hermanas, una mayor que él y otra que apenas es bebé). Son campesinos pobres, pero comida no falta y están esperanzados en que la cosecha de ese año sea buena, para poder pagar -entre otras cosas- la matrícula de la sencilla escuela a la que William acude.

El verdadero William Kamkwamba.

William (Maxwell Simba) es un chico muy inteligente, tenaz, ingenioso, quizá arrebatado, que vive en un lugar donde no hay electricidad ni agua potable, donde una de las más grandes posesiones de la familia es la bicicleta que tiene su papá (interpretado por Chiwetel Ejiofor, quien también protagonizó «12 años de esclavitud»), sus tierras y el pozo de agua, vive en la ingenuidad de su edad y circunstancias, un lugar donde se depende enteramente del clima y las cosechas, así como de las decisiones que se ven obligados a tomar los pobladores para subsistir: arriesgarse a sembrar o mejor vender sus tierras para con el dinero obtenido, vivir un poco más de tiempo sin zozobra.

Pero las tierras cedidas a empresas tabacaleras traen la desgracia para quienes optaron por conservar las tierras y sembrar: los árboles talados ya no podrán contener las lluvias que terminarán por anegar las tierras.

Khamba/Charity, una escena de «El niño que domó el viento».

Toda esta situación comienza a constreñir el cerco de pobreza y desesperación en el que están William y su familia, traduciéndose en privaciones: primero con la escuela, después con la decisión que toma su hermana mayor, y posteriormente con el hambre que envolverá a todos. Pero William, con sus contadísimos recursos, estudios e ingenio, devolverá la esperanza, no solo a su familia, sino a su pueblo.

(Hasta aquí con la semblanza de la película).

William Kamkwamba: el héroe de la cinta en Netflix

Esta película está basada en las memorias de William, quien posteriormente se iría a estudiar Ingeniería Eléctrica a Estados Unidos, publicaría el libro homónimo y con enorme sencillez daría charlas y conferencias al respecto.

Khamba y William, durante el rodaje.

Su historia es tan maravillosa que ha inspirado de muchas maneras, por ejemplo, es un referente para emprendedores, escuelas de negocios e innovación.donde analizan figuras de agile, liderazgo, resistencia al cambio, etc. Pero también está el lado tremendamente humano, la inocencia de William que es respaldada por Khamba, su perro.

Khamba: el otro protagonista de «The boy who harnessed the wind»

En el libro, se menciona que Khamba es un perro ordinario, cuyo dueño original es un tío de William, quien se lo cede. El niño explica que los perros en su localidad no son como en EU, considerados mascotas, sino son animales de trabajo. No obstante, logra un vínculo con él muy estrecho y duradero.

Es un perrito criollo, fiel como el que más, que lo acompaña a todos lados. Ya sea a la escuela, esperando por él incluso bajo la lluvia, sin rechistar ni quejarse, bajo el ardiente sol en la siembra, mientras William trata de hacer algo con los polvorientos y resecos terrones del lugar.

Khamba no entra a la casa, sino sabe su lugar. Y pacientemente aguarda a que el niño, por la noche, le comparta de su cena. En su libro, William comenta que al inicio no deseaba que sus amigos se enteraran de su lazo de amistad con el humilde perro, por lo ya señalado, incluso lo alejaba con regaños o le lanzaba piedras. (Pero admite que de nada servía, porque ni Khamba se iba y ellos tampoco le creían).

Habrá quizá quien piense que Khamba se quedaba ahí por esa comida que le daba. Pero no es así, porque conforme William y su familia pasan hambre (se ven obligados a solo comer una vez al día, una pequeña porción de tortitas hechas de maíz y algo de verdura), ya no puede alimentarlo más… su padre se lo prohíbe y podemos ver cómo empieza a adelgazarse más y más… Y sin embargo, todavía lo sigue en sus excursiones a buscar materiales al vertedero para construir el aerogenerador.

Estando ya cerca de lograrlo, ocurre lo inevitable con Khamba. Es una escena desgarradora, donde William llora sobre el inerte cuerpo enflaquecido de su querido amigo, tocando sus marcadas costillas, acariciando su pelo reseco. Marca ahí también su paso de niño a hombre, de forma simbólica, pero también el amor y el vínculo de amistad entre ambos. Y algo más, el deber que tenemos hacia nuestros animales cuando mueren representado en la tumba donde entierra a Khamba.

¿Quién interpretó a Khamba?

En la biografía de William, narra este suceso de forma más dolorosa. Describe que Khamba, a pesar de estar famélico, llegó un momento en que ya no fue capaz su pobre organismo de digerir alimento. Trató de alimentarlo sin lograrlo, porque vomitó y se la pasaba tirado, sin moverse, semidormido.

Charity y la otra perrita que interpretaron a Khamba.

Decide entonces atarlo a un árbol y dejar que muera (!). Sí, sé que esta parte suena terrible, pero tratemos de imaginar una situación desesperante de hambruna, enorme pobreza, casi en medio de la nada, sin recursos, ayuda, etc. Debió ser terrible una decisión así para un chico de su edad. Años después, cuando fue entrevistado y le comentaron al respecto (lo terrible de la muerte de Khamba), William asintió, pero dijo que él recordaba también los momentos felices que tuvo.

Ahora bien, ¿quién representó el papel de Khamba? No fue un perrito macho, sino una perrita de la LSPCA de Malaui, una asociación que busca construir un mejor lugar para los animales en África. Esta perrita, de nombre Charity, al igual que Borras de la cinta «Roma», fue por fortuna rescatada, pero en este caso, del comercio ilegal.

Para ello utilizaron también a otra perrita que estaba recién rescatada para las escenas de la hambruna, por eso se muestra emaciada. Esta asociación ofrece cuidado veterinario (su clínica está ubicada en Kanengo), campañas de vacunación, refugio, adopciones de perros y también se encarga de velar por los animales de granja (burros, cabras, gallinas). Y claro, es posible hacer donaciones y ayudar online en su página antes mencionada.

Durante el rodaje de «El niño que domó el viento».

Y una muy buena noticia fue que como comentó la LSPCA en FB al terminar de rodar la película, Charity fue adoptada por uno de los productores. (Eso llenó enormemente mi corazón).

«El niño que domó el viento» es una película conmovedora, que nos hace reflexionar desde cómo encontrar soluciones cuando todo es incierto y parece perdido, hasta el enorme valor del vínculo familiar, los valores, la amistad con otra especie. Está disponible en Netflix y vale muchísimo la pena verla.

Mayra Cabrera, Derechos Reservados

 

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