«Rapsodia Bohemia»: Freddie Mercury y sus gatos
Cuando a mediados de año me enteré del estreno de la cinta «Bohemian Rhapsody», basada en parte de la vida de Freddie Mercury y Queen, me emocioné mucho desde que vi el tráiler, y ahora que la he visto quedé más que feliz. Si bien hay críticas no tan favorables en torno a los diálogos, la historia, que si hay lugares comunes, me parece una película icónica, muy bien lograda, donde la banda sonora es totalmente maravillosa, y ni hablar de la actuación de Rami Malek (comentario aparte, este actor tiene raíces latinas de las que se siente orgulloso) y donde la apoteosis es la interpretación de Queen en el mítico concierto «Live Aid». Definitivamente, imperdible y para emocionarse hasta las lágrimas.
Pero dejando un poco de lado mi lado melómano, este post es para hablar de los otros protagonistas en la historia del gran Freddie: sus amados gatos. En la cinta se mencionan seis de ellos, aunque se sabe que durante su breve vida (falleció a los 45 años debido a una neumonía derivada del sida) tuvo en total diez gatos llamados Dorothy, Tiffany, Tom, Jerry, Delilah, Goliath, Lily, Miko, Oscar y Romeo.
Me pareció una excelente idea que incluso desde el inicio de la película hay una magnífica escena en donde la cámara se sitúa a nivel del piso para mostrar a Freddie caminando por su mansión sorteando a sus felinos. Otra escena muy tierna es donde está de gira por EU y llama a casa para preguntar a Mary Austin, su entonces novia y quizá el amor de su vida, por sus gatos, solicitando incluso pusiera al teléfono a alguno de ellos para poder hablarle… algo que muchos de nosotros seguramente hemos hecho al estar lejos de casa. Se dice que les platicaba cómo había sido su día y lo mucho que los extrañaba.
En la piel de Freddie Mercury y sus amados felinos
El mismo Malek, comentó para la BBC que Freddie «Tenía un lado tan compasivo, anhelaba sentirse parte de una comunidad, el amor, el compañerismo… pero de alguna manera había una sensación de distancia». No obstante, esa distancia se acortaba entre él y el público al tener una conexión especial, íntima y profunda, en donde el vehículo conductor eran las letras de sus canciones.
Es ahí donde puede conocerse al verdadero Mercury, en donde su sensibilidad y amabilidad llegaban a lo más hondo. Prueba de ello es el tema «Delilah«, del álbum «Innuendo» (1991), inspirada precisamente en su gatita y que dice algo en lo que todos los amantes de los gatos coincidirán: «Delilah, Delilah, oh my, oh my, oh my – you’re irresistible – ooh ooh ooh
You make me smile when I’m just about to cry
You bring me hope, you make me laugh – and I like it
You get away with murder, so innocent
But when you throw a moody you’re all claws and you bite
That’s alright!»
(Delilah, Delilah, eres tan irresistible. Me haces sonreír cuando estoy por llorar. Me das esperanza, me haces reír -y me encanta-. Te sales con la tuya, tan inocente. Pero cuando no estás de humor, eres toda garras y muerdes. ¡Está bien!).
Se sabe además por testimonios de gente allegada al artista británico que durante sus últimos días lo acompañaron y una de las últimas cosas que hizo fue precisamente acariciar a su querida gatita Delilah. Incluso en el video de la emotiva y profunda canción «These are the days of our lives» Freddie viste un chaleco en donde podemos apreciar a sus queridos mininos.
Los gatos adoptados de Freddie Mercury
De hecho es importante mencionar que muchos de sus gatos fueron adoptados de albergues, lo cual habla mucho (al igual que con George Michael, de quien también escribí un post) de su amor y gran corazón, más allá de quedarse con aquellas historias escandalosas sobre sus excesos y vida sexual. Incluso en la cinta se menciona que cada uno de sus gatos tenía su propia habitación en su residencia.
Para alguien que nunca quiso ser segregado, etiquetado, que vivió excesos, pero que a la vez nunca dejó de lado su sensibilidad, creatividad y también compasión, es totalmente entendible que los gatos fueran más que sus compañeros animales y que incluso los considerara como «sus niños», como alguna vez mencionó Jim Hutton, su última pareja.
Freddie sin duda nos dejó prematuramente. Pero su extraordinaria voz perdurará por siempre, así como esa enorme sensibilidad, desbordante carisma y talento, así como el gran legado que nos ha dejado en cada tema, dejando fragmentos de su verdadera esencia… como pequeñas huellas de gato que no se difuminarán jamás. (Y sí, Freddie, todavía te amamos…).
Mayra Cabrera, Derechos Reservados.
«El loco» (cuento)
Andar y andar. Eso es lo que hacemos siempre… al menos cuando no le da por ponerse a gritar y a vociferar tantas groserías que hasta pierde la voz. Cuando eso ocurre, me retiro un poco, aprovecho para descansar y lo cuido desde donde estoy. Sé que en unos minutos la letanía pasará e incluso consiga que en la tienda le obsequien comida y me convide un poco.
No recuerdo cuándo llegué a su casa, cuando su madre todavía tenía fuerzas para cuidarlo, cambiarlo de ropa y alimentarlo. Porque cuando has pasado en la calle una temporada, el tiempo comienza a estirarse, a doblarse, y es difícil medir los días y los meses, que en esta ciudad son siempre iguales porque no hay muchos cambios de clima, como no sea la época de lluvias o de repente algo de frío. El caso es que debí andar hacia esta colonia azarosa y nueva, con casas levantadas de forma improvisada, donde el lujo consiste en levantar unos muros y tener agua.
La anciana comenzó a darme algunas sobras y bueno, no soy malagradecido, así que mis visitas se hicieron frecuentes hasta que sin que hubiera un trato de por medio, me quedé a vivir con ellos. Es verdad que al inicio me costó trabajo no asustarme con los aspavientos y gritos de él, pero al no tener ese olor desagradable que despide la gente que busca hacer daño, sino más bien un aroma a desamparo, opté por quedarme y seguirlo, como quien cuida a una cría pequeña. Ella lo agradeció a su hosca manera, permitiéndome estar dentro de casa y ofreciéndome las sobras. Nada mal para un perro callejero.
Así que tuve casa. Y los días nuevamente siguieron su marcha, en medio de largas peregrinaciones a la calle, ondeando mi cola siguiendo a él y a su madre, en curiosa procesión de tres seres necesitados unos de los otros.
En el andar conocí su mundo, la gente que les ayudaba y que incluso le obsequiaban medicinas. Cuando las tomaba se mostraba más tranquilo, se arreglaba el pelo y la tupida barba, cogía su viejo portafolios y se dirigía a pintar a un lugar que solo él y yo conocíamos. Eran buenos momentos porque podía sentir cómo las cosas dentro de su alma se acomodaban, como piezas que encajan donde deben ir, sin que las sacudidas de su mente las dejaran regadas en una dolorosa sucesión de voces y personas invisibles que continuamente lo agredían y se burlaban. No fueron muchos los momentos de paz, pero la vida en este plano no está hecha para eso, sino para seguir y seguir, como cada día, yendo tras él y esperando no se desgañitara demasiado.
Pero además la vida en este mundo tampoco está hecha para perpetuarse, sino que es finita, frágil, vulnerable. No pensé que su madre estuviera enferma y un día ya no despertara, dejándonos en desamparo. Un día antes que estuvo en cama, casi sin moverse ni hablar, me miró de manera suplicante y entendí lo que dijo, así que también con mis ojos castaños le devolví su deseo. La vida se hizo más desordenada, el espacio más reducido y los lapsos más amplificados. Comida no faltó, pero sí los cuidados de su madre, que yo intentaba cubrir de manera precaria.
Los años pasaron y me cobraron factura. Mi andar se hizo más cansado, más pesaroso. Era difícil seguirle el paso, y aun así mantenía mi promesa, aunque sea a distancia, de cuidarlo. Un día sencillamente se acabó todo para mí. Siempre creí que terminaría igual que ella, pero nuestra imaginación y temores se quedan cortos ante la muerte. Fue un coche el que se encargó de todo. Todavía traté de levantarme, pero fue inútil. Al menos él no se dio cuenta, ya que iba más adelantado, y la gente de los alrededores no prestó demasiada atención. Otro callejero arrollado, caído, nada más.
Pero yo me levanté, primero con dolor, después con mayor ligereza. No hubo más achaques, nada del viejo cuerpo que ya era un lastre. Y fue cuando la vi a ella, sonriente, esperándome en cuclillas y con los brazos abiertos. Me dio un corto abrazo y se levantó. Fue así que seguimos nuestro camino, andando ahora en este lado de la existencia, cuidando de él, que nunca esté solo, que siempre esté cuidado y protegido por nosotros, esperando el día en que estemos de nuevo andando, andando, que siga pintando y que su mente esté en orden y con toda la perfección de sus cuadros…
Mayra Cabrera, ©Derechos Reservados
«Hueso» (cuento)
Para todos los perros que han partido, para quienes no podrán ser parte de una familia o labor tan noble debido a nuestra ceguera y egoísmo, para los binomios rescatistas, para los animales rescatados… y para aquellos que perdieron la vida junto con su familia humana en los sismos de México en 2017.
Avanza el día y seguimos andando. Algunas personas apresuran el paso y se calan la gorra o acomodan la mochila. De vez en cuando alguien comienza a andar de rodillas, mientras murmura una letanía y mira al cielo. Finalmente nos detenemos a la orilla del camino para descansar. Muevo el muñón que todavía es mi cola y me acerco afable, como siempre, para pedir comida. A veces funciona y me dan las sobras, pero a veces no: me echan con malos modos y se limitan a echarse a cuestas la imagen o el pesado crucifijo, haciendo promesas extrañas que nada tienen que ver con alimentar a un hambriento como yo.
*
Llega la noche y cada quién se acomoda como puede. Algunos traen con qué taparse, otros se instalan en el interior del camión que pesadamente nos sigue durante el día. Y los perros tenemos que alejarnos un poco, porque si bien les servimos de guardia, en realidad no somos muy bienvenidos. Duermo por ratos y en esos momentos no pienso en nada. Me dejo llevar hasta que la mañana apenas se atisba en el horizonte gris de la ciudad a la que nos acercamos. Quizá haya comida ahí.
*
Hemos llegado y todo es un hervidero de gente, vendedores, peregrinos y también callejeros. Todo se llena de voces, rezos, gente hincada, gente a gatas, siempre clamando. He perdido de vista a quienes acompañaba y no soy aceptado en ningún lado. Al menos hay sobras por doquier.
*
Pasan los días y el lugar comienza a vaciarse. Apenas y hay alimento. He logrado escapar de los vehículos a donde han subido a otros a la fuerza. Los ladridos, olores ocres del miedo y miradas, me indican que irán a un lugar terrible y sin retorno. Logro esconderme. Solo queda dormir, esperar, sobrevivir.
*
Ya estoy más enflaquecido que cuando llegué. Me cuesta más trabajo ser amistoso, porque la gente aquí es desconfiada y arisca. Pareciera no interesarles nada más que sus pasos apresurados hacia quién sabe dónde. Llego a un puesto donde por primera vez en mucho tiempo no soy echado. Me alimentan y hablan: por fin puedo demostrar la alegría que siempre me había caracterizado y creí olvidada. Les agrado y deciden llevarme consigo.
Al inicio solo iba a vivir con uno de ellos, pero al acompañarlo a los entrenamientos con otros perros, demostré que tenía habilidades. Poco a poco me entrenaron hasta formar parte de la división de perros de rescate. Soy mestizo, pero aprendí a trabajar a la par que los otros, y demuestro mi agradecimiento al entregarme por entero, haciendo lo que me piden y derrochando entusiasmo. Es verdad que aveces me distraigo, porque creo escuchar alguna voz del pasado o creo ver a alguien conocido. Pero me aferro a mi presente, y no hay nada mejor que rescatar a alguien bajo los escombros. Pero sobre todo, no hay nadie más dichoso que yo al ver felices a mis compañeros humanos.
*
Ya no recuerdo las penurias, ni tampoco qué sentía cuando estuve solo, hambriento y abandonado. Eso ya no existe. La vida es buena y vale la pena luchar por ella.
Mayra Cabrera, ©Derechos Reservados
«Hueso» sí existe. Efectivamente es un perrito mestizo que fue rescatado en la Basílica de Guadalupe (CDMX) por miembros de la Cruz Roja en el 2010 y fue entrenado para ser rescatista (incluso hace rescates en el agua). Junto con su binomio, Javier Sotomayor, han realizado rescates en diversos siniestros, como en los pasados sismos de septiembre en México. «Hueso» pertenece al Programa de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate de la UNAM y también de la Cruz Roja Mexicana, además de ser perro de terapia.
Adopta un perro CDMX: Centro de Transferencia Canina
Si vives en la CDMX y deseas adoptar un perro, solo tienes que acudir al Centro de Transferencia Canina: los perritos del Metro.
Por desgracia, no es raro que en el Metro de la Ciudad de México lleguen a entrar perros y queden ahí, en cierta forma, atrapados. Algunos porque van siguiendo a sus dueños, otros porque están extraviados, y muchos más porque son callejeros. Sin embargo, son diversos los peligros a los que se enfrentan, ya sea por parte de gente malintencionada o incluso porque caigan a las vías, entre otras cosas terribles.
Afortunadamente por parte del Gobierno de la CDMX se rehabilitó un espacio de 3000 m2 en las afueras de Metro El Rosario, en donde se encuentran las instalaciones del ahora denominado Centro de Transferencia Canina. Tiene un logotipo muy ingenioso y ad hoc al lugar, formado por el propio logo del Metro, formando una figura canina.
Dónde adoptar un perrito del Metro del DF
Ahí es a donde llegan aquellos perros encontrados sin dueño en el interior del Metro. Cuentan con las instalaciones necesarias para albergarlos temporalmente en lo que encuentran un hogar. Cuentan con atención médica e incluso se entregan esterilizados y desparasitados.
Participan estudiantes de veterinaria de la UAM y del Injuve. Además de veterinarios hay una entrenadora canina que ayuda a su rehabilitación y entrenamiento para que puedan incorporarse a una familia.
Perros encontrados en el Metro de la CDMX
¿Extraviaste a tu perro en la CDMX? Además de buscarlo en zonas aledañas a tu hogar o donde se extravió, acude a antirrábicos y albergues. No dejes de dar un vistazo a la página de este Centro de Transferencia Canina. Ahí se muestran fotos de los perritos que han sido llevados y quizá podría estar el tuyo. También puedes llamarles.
Se trata del primer centro a nivel mundial de este tipo en donde se atiende y protege a perritos ubicadas en el Sistema de Transporte Colectivo Metro de la CDMX. La capacidad es de hasta 80 perros, aunque comenzaron con 20 y de éstos varios ya habían encontrado nuevo hogar e incluso uno fue recuperado por su dueño.
Cómo funciona el Centro de Transferencia Canina
Funciona de la siguiente manera: en el Centro reciben una llamada por parte del operador del transporte o del Centro Estratégico de Operaciones (CEO), les dan aviso de que hay un perro en cierta estación, barras de cableado, barras guía o zona de vías que corre riesgo, y acuden al lugar para rescatarlo.
Al llegar se le revisa por parte de veterinarios para ver si tiene alguna lesión (por ejemplo, hay un reportaje de una beagle que rescataron del Metro con quemaduras en las patas al caer en las vías), se deja en observación por 72 horas y después se transfiere a una jaula especial mientras sigue monitoreándose y posteriormente, dependiendo de su carácter, se pasará a la zona donde están los otros perros albergados (cada espacio está techado, cuenta con camas adecuadas, agua y comida).
Una característica de esos espacios es que tienen el nombre de la estación donde se encontró al animalito (y también llamarlos con un diminutivo de esa estación o nombre derivado).
Cómo adopto en el Centro de Transferencia Canina
Este Centro se inauguró hace cerca de un mes. Es poco tiempo, pero han logrado concretar varias adopciones. En su página es posible ver a los perritos en adopción: los hay de todas edades, desde cachorros hasta adultos. También aparecen aquellos que por fortuna ya encontraron un buen hogar.
Para adoptar en el Centro de Transferencia Canina debes presentar copia del INE u otro documento oficial, comprobante de domicilio (no mayor a tres meses de antigüedad), aceptar que se te realice una visita domiciliaria (para verificar dónde tendrás al animalito y en qué condiciones) y ya cumplido esto, te avisarán cuándo lo entregarán. En su página viene el formato de adopción para descargar y llenar.
Te lo entregan bañado, vacunado (contra la rabia) y según el tiempo que ahí lleve, también esterilizado. (Comentario aparte, creo que deberían esterilizar a todos los que ingresan, pero al menos por algo se empieza).
Así que ya lo saben, es una excelente opción para adoptar perros en la Ciudad de México. La adopción es la solución.
Centro de Transferencia Canina
Dirección: Avenida de las Culturas s/n, colonia El Rosario, Del. Azcapotzalco
(frente a la estación de Metrobús Colegio de Bachilleres 1, de la Línea 6)
Horario: de 9:00 a 18:30 horas
Teléfono: 5627.4142
«El perro guardián de las estrellas», de Takashi Murakami
Un manga japonés que habla sobre la fidelidad canina, pero sobre todo de la amistad y el vínculo irrompible entre un hombre y su perro.
Para mí fue todo un descubrimiento este manga, el primero que leo y me alegra muchísimo que haya sido este. La portada es sumamente atrayente por lo hermosa que es: presenta a un lindo perro en medio de un campo de girasoles. Y en la contraportada, un pequeño auto abandonado y sumamente deteriorado, también rodeado de girasoles. Sin duda, una imagen bella, melancólica e incluso inquietante que en realidad resume el libro.
Debo admitir que al inicio me costó un poco de trabajo leerlo a la manera oriental, de atrás hacia adelante, de derecha a izquierda. Pero la belleza y trazo perfecto de sus ilustraciones te van llevando de la mano. Son dos historias en un solo tomo, una es continuación de la otra («Campo de girasoles»), aunque más bien sería como un largo epílogo, realmente necesario, para la primera historia.
Un perro que contempla las estrellas (hacia donde nos dirigimos)
Happy es el nombre del canito protagonista, tal vez sea un shiba inu o un kishu inu, aunque por el tamaño es más probable que se trate del primero. Son perros que se caracterizan por ser sumamente apegados a sus dueños, de personalidad fuerte y además muy inteligentes y muy activos. Esto se ver perfectamente plasmado a lo largo de toda la historia. Él llega al entorno humano como muchísimos perros, de manera inesperada.
Y como también ocurre con muchos otros tantos perros, su vida depende por entero de ese núcleo familiar. Todo lo que ahí ocurre, tiene que ver con su destino. Sea en Japón o en otra latitud, hay muchos paralelismos con respecto a tantos y tantos canes. Por ejemplo, quien originalmente lo quería, termina por dejarlo de lado. Y aquel con quien no empatizó al inicio, es con quien permanece e inicia la aventura que narra las páginas de manera grácil, bella y a la vez melancólica.
Un perro que mira hacia las estrellas
El amor no tiene fronteras entre las especies, y eso lo vemos reflejado en este manga. Nos hace reflexionar sobre qué es realmente lo importante y necesario en la vida, y si lo analizamos concienzudamente, en realidad necesitamos pocas cosas y mucho amor. No es posible extenderme más en lo que ahí ocurre, aunque desde la primera página se narra el final de la historia, eso no impide que nos adentremos más y más en esas dos vidas que aparentemente a nadie importan… pero que en realidad tocan a muchas otras más (la historia que la precede, «Campo de girasoles» es prueba de ello).
Nos lleva también a reflexionar que no hay buenos o malos perros, que ellos nos aceptan como compañeros humanos sin cuestionarse por un momento nuestras motivaciones, situación económica, salud o estado de ánimo. Viven el presente y siempre desean nuestro bienestar, sin que por un instante deseen decepcionarnos.
Esto es bellamente narrado en ambas historias y también puede causarnos un dolor al recordar a aquellos amigos animales que han partido o que quizá no les dedicamos el tiempo que necesitaban. (Que en realidad los perros piden muy, pero muy poco de nosotros).
Finalmente, y para no arruinar la historia (este manga vendió en su momento casi medio millón de copias y su éxito fue tal que hicieron una película basada en él, incluso en YouTube pueden verla, pero no pongo el enlace porque de verdad tienen que ver el manga), me despido con tres frases clave:
«Esta noche el cielo está lleno de estrellas»
«¡Muchas gracias!»
«Los perros siempre esperan a sus dueños».
Ya está a la venta mi libro «Relatos caninos y otros amigos animales» en donde encontrarás cuentos y relatos sobre conejos y perros. Adquiérelo en Amazon en pasta blanda o en Kindle (digital) en el siguiente enlace: https://www.amazon.com.mx/Relatos-caninos-otros-amigos-animales-ebook/dp/B0BDGSH7GT
(No olviden amar, respetar y cuidar a sus amigos animales).
El perro guardián de las estrellas
Takashi Murakami
Ed. Kamite
© Mayra Cabrera, Derechos Reservados
Okja, buen cine para hacer conciencia animal
Un vistazo sobre este animal ficticio (no tanto) bajo el sello de Netflix. Una llamada a la conciencia sobre el destino de millones de animales «de consumo» y la industria cárnica.
Hace pocos días el famoso director surcoreano Bong Joong Ho, quien en el pasado ha hecho otros filmes polémicos con tintes ambientalistas y oscuros, trae esta obra maestra. Se trata de la historia de «Okja», una súper cerdita que ha sido criada durante diez años en las montañas de Corea bajo el cuidado de un granjero, viviendo en plena libertad y disfrutando de la compañía y amistad de una niña de unos 11 u 12 años, Mija.
Todo ello es parte del plan de Mirando, una compañía a cargo de la inestable Lucy Mirando (interpretada de manera brillante por la genial Tilda Swinton), quien mediante una rueda de prensa, piensa elevar de nueva cuenta su malograda compañía bajo un concepto novedoso. Se trata de criar a súper cerdos que, según afirma, han nacido por selección natural y que tienen como cualidades su enorme tamaño, carácter apacible y un muy bajo impacto en el medio ambiente.
Pero obviamente no se trata de una mascota, sino de una «solución» al problema del hambre, como ella proclama, ya que serán destinados al consumo humano. Por supuesto, para obtener una criatura así se han realizado laboriosos experimentos genéticos en laboratorios hasta el resultado actual. Y para no evidenciar lo evidente, lo que hace es «distribuir a los súper cerditos en diversas partes del mundo, para que se críen de manera natural durante 10 años».
Sobra decir que ese lapso de tiempo en realidad es una tapadera para seguir experimentando con ellos en una tremenda industria cárnica revolucionaria… que en realidad no evoluciona mucho que digamos en cuanto a los métodos de sacrificio actuales y conocidos. Mija, la niña huérfana que vive con su abuelo desconoce todo este lado oscuramente capitalista, y vive en un lugar idílico esperando que se venza el plazo para que se celebre el concurso del mejor súper cerdito para ganar y poder quedársela.
Industria cárnica, veganismo y Okja
Okja no es precisamente una cerdita. Es una mezcolanza de hipopótamo, elefante, cerdo, e incluso perro (por las orejas pendulantes). Los rasgos de su dulce rostro nos recuerdan más a los de un manatí. Cada una de las partes de su cuerpo de antemano ya se decidió en qué se emplearán, acordes con los gustos del consumidor (incluso por idiosincracia). Por supuesto, el concurso es solamente una falacia y Mija será quien descubra, poco a poco, el lado tenebroso del ser humano.
Mija es interpretada por An Seo-Hyun, y simboliza cómo la pureza e inocencia se enfrentan al horror y a la crueldad endureciéndola, pero no en su enorme amor por su amiga. En su incansable afán de salvarla, no le importará enfrentarse a un enorme emporio con tal de devolverla a las montañas, a su hogar. En ese trayecto conocerá amigos y enemigos. Por un lado, está el Frente de Liberación Animal, liderado por Jay (magistralmente interpretado por Paul Dano), así como en contraparte está la propia Lucy y el loco veterinario emblema del proyecto (Jake Gyllenhaal).
Si bien han mencionado algunas críticas que los villanos le restan cierta seriedad a la cinta al casi caricaturizarlos, considero que Joong más bien trató de matizar (¿o humanizar?) un poco la frialdad de aquellos del mundo real, salidos tanto de realities como de Forbes o de la más absurda socialité. También se ha criticado a quienes representan a FLA, calificándolos de «torpes y absurdos». Tampoco lo creo así, ya que se trata de dar un vistazo a su ideología (protección y respeto de toda vida animal) y de cómo a pesar de todo, de su propio bienestar y vida misma, pueden sacrificarse para salvar a los que no tienen voz.
Netflix y su revolucionario film «Okja»
Mija, una niña inocente, tiene que crecer a pasos agigantados y tratar de comprender a unos y a otros, pero sin dejar nunca su objetivo principal: llevar a Okja de vuelta a casa. Sin embargo, durante toda esa aventura, que en algunos instantes no deja de tener un par de tintes de humor, deberá experimentar la decepción y el dolor. Joon afirmó en entrevista que si bien ofreció este proyecto a otras compañías, le pedían que cambiara ciertas escenas por considerarlas demasiado crudas.
Fue entonces cuando Netflix aparece en escena y le da carta abierta a trabajar como desee. Para ello tuvo que documentarse al acudir a un matadero en Colorado. La experiencia fue tan brutal que se volvió vegano (al menos temporalmente), ya que como mencionó, «lo que ahí vi no es ni la décima parte de lo que proyecté en la cinta». Si bien en varias ocasiones ha afirmado que su intención no fue el convertirla en una película animalista, sino más bien mostrar el lado monstruoso del capitalismo y en cómo muchos optamos por cerrar los ojos, al verla se pensará lo contrario.
«Okja» es exclusiva de Netflix y si bien tuvo una excelente acogida en el celebérrimo Festival de Cannes (con una ovación de pie que duró minutos), en cuanto apareció el sello comenzó el abucheo (porque no se estrenará más que en contados cines, y el cine uno de los principales objetivos del festival). Pero dejando de lado la polémica, vale muchísimo la pena contratarlo, en caso contrario, es posible ver una versión doblada al español en YouTube… con la desventaja de que la pantalla es sumamente reducida.
No se trata de una cinta apta para niños pequeños, y si se ve con mayores de 9 o 10 años, debe ser en compañía de un adulto responsable y empático que sepa explicar y guiar acerca de lo que ahí ocurre, sobre todo de la mitad de la cinta en adelante.
Aunque como se mencionó antes, la intención del director no es apuntar hacia el maltrato animal, por supuesto que logra llamar la atención de inmediato. Da un vistazo bastante impresionante sobre lo fría y atroz que resulta la industria cárnica, lo que casi ninguno de los consumidores prefieren ver, sobre el hacinamiento, sufrimiento y calvario de millones de animales en verdaderos campos de concentración y muerte que son los mataderos, así como el horror de todos aquellos que sufren en laboratorios y con un final igual.
Sin lugar a dudas, es una película altamente recomendable, donde sí hay que mirar atrás y ver la pantalla (entenderán esta frase al ver la película), y hacer conciencia, que aunque Okja es ficticia, desde las primeras escenas se pasa por alto y al empatizar con ella y lo que vive, es absolutamente real, ya que representa a millones de animales reales.
De comprender que un animal es un animal (como la frase de la película animada de «Horton» donde dice «una persona es una persona, sin importar su tamaño»), que tiene conciencia, que es inteligente y tiene sensibilidad (sin afán de spoiler, una escena desgarradora poco antes del final de la cinta nos hace no solo llorar, sino pensar profundamente en esto). Es también un llamado a la conciencia de cómo algunos animales los «destinamos» a consumo y otros a ser mascotas.
Y por supuesto, comprender que tienen derecho a vivir y ser libres, como Okja y Mija.
©Mayra Cabrera, Derechos reservados
Tu perro, tu mejor terapeuta y entrenador personal
Hay días en que parecemos levantarnos con el pie izquierdo. No me refiero al clásico día en que todo parece salir mal, sino más bien a que todo parece seguir igual… día tras día. Puede ser un tipo de depresión ligera o quizá ya se haya asentado hace tiempo y no nos hayamos dado cuenta. Pero ese desazón que sentimos, esa carga que no se aliviaría ni durmiendo un rato más, puede embargarnos el resto de la jornada. No obstante, hay una forma de salir de esta situación y tu perro es la respuesta.
Terapeuta canino a tu servicio
Estos últimos días, por ejemplo, he sentido precisamente esa sensación. Y sé a qué se debe: en parte es porque hace años no tengo vacaciones, he tenido jornadas de trabajo a veces abrumadoras, y por añadidura, mi pequeña salió en un viaje escolar varios días y a muchas horas de aquí. La inseguridad a la que cotidianamente nos hemos por desgracia acostumbrado, hace que una parte de mí muy profunda sienta un estrés permanente, que aunado a la añoranza, desee que esté ya de nuevo acá para sentirme de nuevo completa.
Más allá de las decenas de mensajes que han enviado padres angustiados por whatsapp (un maravilloso y detestable invento), yo no funciono así. Parafraseando a Felipe, el de Mafalda, mi pena no es un conventillo. Sin embargo, algo que siempre me ha funcionado, al menos hasta entonces, han sido mis amados perros. A veces parecieran personajes secundarios de nuestras vidas, en donde nosotros llevamos el rol principal. Pero a su callada (o ruidosa) manera, también nos hacen sentir muy vivos… siempre y cuando se los permitamos.
Son varias las veces que me he sentido agobiada, derrotada y cansada de todo. Y lo que menos me apetece es salir con ellos. Pero entonces recuerdo a un buen amigo entrenador canino, Shaytán Pajiv Villaprez, y sus palabras me han inspirado para que haga un pequeño esfuerzo y dé el primer paso para ponerles las correas y sacarlos. En esas ocasiones me digo que solo saldremos 5 minutos, que solo será una pequeña vuelta… Pero ya sobre la marcha, y aunque incluso en los paseos hay dificultades, peripecias y cosas divertidas (que de eso debo hablar en otro post), poco a poco me espabilo, empiezo a sentirme consciente de mi cuerpo, de mis movimientos, de mis sentidos… y salimos.
En ese momento me vuelvo una con mis canes, pongo atención a muchas cosas que pasarían desapercibidas si fuera sola, siento el sol o la llovizna, el viento, el calor o el frío. Noto las piedrecitas, hojas y semillas que hay al paso. El agua de una canaleta. El perro que 20 m adelante pasean y tomo decisiones. A veces caminamos, de repente trotamos y también corremos. Disminuimos la marcha para que olisqueen algo interesante en ese muro. El trote y el paseo cambia según a quién pasee. Eso es algo bueno también, porque ningún paseo es igual. Sube mi ritmo cardiaco, sudo y a veces los regaño por querer comer algún «tesoro» en la calle o si mi valiente e imprudente Figo quiere devorar al san bernardo del vecino (Figo es un salchicho, un dachshund).
El caso es que cuando me doy cuenta, ya hice los dos paseos, y no de cinco minutos cada uno, sino que ya pasó una hora. Llego a casa y me siento animada, con energía renovada. Si faltó limpiar algo, lo termino de hacer. Es genial y no me costó la membresía en ningún gimnasio. (Que necesite hacer dieta, es otro asunto).
Tu terapeuta animal
Pero los perros son excelentes terapeutas, a la vez. No solo te acompañan en todo momento, sino que se adaptan a tu humor. No les importa si vives en una casa de 5 hectáreas con 10 habitaciones, alberca olímpica y jardines de ensueño, o si vives en la calle y tus pertenencias caben en un atado. Solo están contigo y te cuidan a su callada manera. Sí, callada, porque aunque evolutivamente los hemos condicionado a que ladren (para avisar del peligro), en realidad pueden estar silenciosos, siempre cerca, a nuestro lado, ya sea en la más primorosa cama o en el suelo.
Si hablas te mirarán con atención. Si les cuentas tus penas, también. Si les dices estupideces, escucharán con genuino interés. Delante de ellos es con quien más auténticamente puedes ser y también políticamente incorrecto: puedes soltar gases, palabrotas vulgares, eructar, andar en calzones (o sin ellos), no bañarte en días, perfumarte y afectar su olfato, estar gripiento y en tu peor momento, comer con las manos y chuparte los dedos, que apeste tu boca o tus pies, y jamás de los jamases dirán «por Dios, ¡eres asqueroso!».
Con ellos puedes desahogarte (ojo, no es lo mismo que desquitarte) y echar pestes de quien sea, sin que te den una reprimenda moral. Te acompañan a ver programas o películas que solo a ti te gustan, y puedes escuchar la música que quieras, poner la misma canción mil veces y estarán de acuerdo (claro, no se vale atormentarlos con altos decibeles). Acariciarlos es una de las mejores terapias que hay: una rascada de lomo aquí, una de orejas allá o incluso una «rascadita de ojos», que es lo que Raúl hace con su consentida Fiona, la única de todos los que hemos tenido, que ha logrado suavizarlo. No cabe duda que nuestra vida sería deprimente sin ellos.
Tips para disfrutar de tu terapeuta y entrenador canino
Antes de esto, debo advertir que no con esto minimizo a la depresión: si la padeces, acude con un terapeuta siempre, aunque estos tips puedes también llevarlos a cabo a la par.
- No te levantes tarde, a menos que sea fin de semana: siempre trata de levantarte temprano y ponte un horario; te deprimirá mucho el pararte tarde y salir corriendo al trabajo. Es mejor que en la medida de lo posible no te desveles y te pares antes para salir con tu perro.
- Si no puedes sacarlo por las mañanas, hazlo por las tardes o las noches, al menos 20 minutos. (Por supuesto, que tu perro en el día siempre tenga acceso a un lugar para salir a hacer sus necesidades).
- ¡Desayuna siempre! Los bajones de azúcar también afectan el ánimo. Al levantarte toma algo nutritivo que pueda ingerirse en pocos minutos: un licuado/batido con fruta, granola o amaranto, una manzana o plátano. Incluso deja la noche anterior algo preparado en refrigeración, como muesli con yogur.
- Busca lugares seguros para ti y tu perro, checa qué horarios son más tranquilos o agradables para pasear (menos gente, menos tráfico, incluso un parque cercano).
- Si estás por ser mamá o eres mamá nueva, en lugar de contratar a alguien para que pasee a tu perro (o peor, se quede encerrado y relegado por años), mejor pide que alguien se encargue de tu bebé por media hora y llévalo tú de paseo; lo hice en su momento y créeme que te sentirás renovada.
- Además de los perros, interactuar con otros amigos animales también es excelente. Mis especialistas en meditación y relajación son mis conejos, así como nuestros otros animalitos. Cuando más cansada he estado, me siento en la sala y contemplo los peces del acuario de Raúl. Eso descansa la vista y el ánimo.
- Eso sí, siempre lleva a tus perros con collar y correa, o mejor aún, con arnés, nunca sueltos: evita accidentes y desgracias. Y que sus placas tengan los datos correctos.
- Si sales de noche, tanto tu perro como tú deben usar reflejantes, por seguridad (tenis, un chaleco para tu perro, sobre todo si es negro, etc.); la ceguera nocturna en conductores es un hecho que puede ser fatal.
- Si tienes niños, al menos de vez en cuando deben salir contigo y con los perros: no solo para enseñarles a tus hijos a ser responsables, sino para que aprendan a cuidar de sí mismos y de alguien más. Enséñales durante el paseo sobre cómo cruzar una calle, advertirles sobre peligros y circunstancias riesgosas, al mismo tiempo de que el perro a su cargo depende enteramente de sus decisiones y también deben cuidar del mismo. Es un buen ejercicio que todo padre debe hacer.
- Recuerda que un paseo de 10 minutos no es tal. Es el equivalente a ir al cine con tu pareja, ver la cartelera y regresarse a casa. Para que sea beneficioso para ambos, al menos debe durar 20 minutos.
Muchísimas personas tienen perros y por desgracia, no los disfrutan, ni tampoco permiten que estos maravillosos seres no solo sean parte de sus vidas, sino que las transformen y se hagan mutuamente felices. Si tienes un perro u otro amigo animal, considérate afortunado. Hazlo feliz y en ese momento descubrirás que te estás haciendo feliz a ti también. Y por supuesto, saludable física y mentalmente.
Mayra Cabrera, Derechos Reservados
George Michael, el artista con voz y corazón de ángel
George Michael falleció a la joven edad de 53 años. Más allá de algunos escándalos, de su vasto y maravilloso legado musical, dejó toda una serie de obras buenas, reflejadas no solo en actos de beneficencia, sino de amor hacia los animales.
Hace ya poco más de dos meses que trascendió el artista británico George Michael. Si bien muchos lo recuerdan por su etapa en Wham!, al lado de Andrew Ridgeley, con los éxitos «Careless Whisper» o «Wake me up before you go go», o ya como solista con «Faith» y todos los éxitos que le siguieron, eso fue solo la punta del iceberg de su rica carrera musical. Es cierto que estuvo ligado a escándalos, algunos ligados a sus preferencias sexuales y otros, creo yo, más relacionados a la soledad y a la depresión. Sin embargo, siempre fue una persona generosa que no solo cuidó de los suyos, sino que ayudó a muchos, de diversas maneras, en su andar por este mundo.
Somos muchos los fans que lo seguimos a lo largo de su carrera y que además de su música, letras y maravillosa voz, amamos un aspecto muy especial de George. Tal es el caso de otro blog que me topé llamado «Tali’s tails«, que está dedicado a GM y también al pastor alemán. La razón es muy sencilla: como ahí menciona su creadora, lo que nos une «seguramente es la mutua amabilidad, compasión, dulzura y amor, así como a George. Un niño hermoso que creció en un hombre maravilloso».
Aunque todavía no se esclarecen las causas de su muerte (y hay un montón de basura aquí y allá al respecto), lo cierto es que George se ha ido. Mas no su voz, sus letras, su música y su gran corazón. En últimas fechas no se le veía mucho, pero siempre tuvo tiempo, al igual que todos los que tenemos animales, de sacar a pasear a sus amados perros.
George Michael y las causas humanitarias
Algo que mucha gente no sabe es que GM toda su vida realizó diversas caridades incluso a desconocidos. Se sabe que al enterarse en un concurso televisivo que una mujer necesitaba dinero para poder tener un hijo, se lo donó. También que pagó la deuda que tenía un hombre que estaba a punto de perder su casa y que se había enterado en la misma cafetería donde él estaba.
Donó además grandes sumas de dinero a organizaciones dedicadas a niños y adultos con discapacidad. Incluso llegó a trabajar encubierto en un albergue para personas sin hogar. Las regalías obtenidas por la interpretación de “Don’t let the sun go down on
me” fueron para London Lighthouse (para personas con sida) y para Rainbow Trust Children’s Charity (apoyo para familias con niños que tienen una enfermedad terminal).
Dio las regalías de sus canciones “Last Christmas” y “Every Thing She Wants” para paliar el hambre en Etiopía. Así como también donó millones de manera anónima a ChildLine, una línea de ayuda para niños (aunque también para mayores) sobre tópicos que irían desde estrés hasta bullying y abuso. Estas son solo algunas muestras, a grandes rasgos de la enorme generosidad y corazón de GM.
George Michael y su amor a los animales
Por otra parte, para quienes somos fans de toda la vida, conocíamos este otro lado tierno de George Michael. Amaba a los animales y siempre estuvieron presente en su vida. Son numerosas las fotos donde aparece con sus perros (le encantaban los labradores), jugando o paseando con ellos. Y al igual que cualquiera de nosotros, además de fotografías de estudio hay videos de cómo les hablaba y jugaba con ellos.
Como otro de sus fans mencionó en los comentarios de ese video «Esto demuestra que este hombre era una persona amorosa con un pleno corazón genuino. Cualquiera que ame a sus animales de esta manera demuestra una gran empatía tanto a la gente como hacia los animales. Es terrible saber que personas como George hayan desaparecido cuando existen demasiados bastardos en este plano y que atormentan y torturan a otros».
George Michael y PETA
Un día después de su partida, PETA publicó en su página oficial un memorable artículo titulado “George Michael was a friend to dogs” (GM fue un amigo para los perros). Y el pasado mes de enero PETA rindió un tributo tanto a George Michael como a Carrie Fisher, “por su gran corazón y legendario amor hacia los perros”, mencionó Andrew Bernstein, senior manager de PETA. Recordó que junto con Morrissey y otros artistas hicieron un llamado legal para que el gobierno británico terminara ya con la venta ilegal de animales de compañía y emitiera nuevas leyes que ayuden a mejorar el bienestar de los animales, principalmente aquellos que todavía se venden en tiendas de mascotas o mediante criadores de traspatio.
Firmaron una carta publicada en el diario The Times, donde denunciaban las horribles condiciones en que malviven todos esos animales, privándolos incluso de agua y de luz y donde llegaban a estar infestados de larvas. En uno de sus tweets escribió: “Solo quiero que sepan que hemos firmado algo para subastar en e-bay, y los fondos irán a una caridad para el rescate de perros. Y ahí estan tres fotos de mis amadas Meg y Abbey J” (sus dos labradoras).
A George le costaba mucho desprenderse de sus amados perros cuando tenía que salir de gira o viaje. Es sabido que a GM hacía tiempo que no daba conciertos ni hacía giras (algo que detalla a profundidad en su libro autobiográfico, donde menciona que incluso las odiaba), pero en un tour durante 2012 él y su equipo hicieron un collage de todos sus compañeros animales para que los acompañara durante el viaje.
George Michael: hasta siempre
Ha sido para mí especialmente doloroso entender su repentina partida. Podría seguir escribiendo mucho más sobre él, una de las personas que más ha influido en mi vida. Lo considero no solo un hombre guapísimo, sino un artista excepcional. Logró que temas de otros artistas sonaran incluso mejor bajo su interpretación, «Every time you go away» es un pequeño ejemplo de ello.
Sería muy difícil para mí el poner aquí ni siquiera una cuarta parte de los temas que más me gustan. Todos me encantan y tienen un sello especial porque han marcado un momento especial de mi vida.
Todo mundo lo conoce por aquellos temas más sonados, según las latitudes donde vivan, pero George también escribió temas muy profundos, contra la injusticia, la desigualdad, la tiranía política, la guerra (como en «The Grave»). Pero ese es otro tema.
Finalmente, termino este post extrañándolo mucho, su carisma, su belleza interna y externa, su inigualable voz, talento, letras y música. No tengo un tema favorito, pero este que dejo al final bien representa mucho de lo que George Michael fue, tanto en sus letras como en la calidad de su voz. Es muy corto. Has sido amado, querido George… y lo seguirás siendo.
Nuestros fieles caninos (cuento)

Para Phoebe, quien inspiró este cuento en un sueño.
Para los «Cuatro Fantásticos + 1», que ya se adelantaron. Porque un día volveremos a vernos.
La tarde bullía de personas cuando la vi: igual que siempre, regateando unas flores con la vendedora, mientras le decía que le rebajara un poco porque ya llevaba más de lo que pensaba comprar. Me abrí paso entre la gente y me acerqué con cuidado mientras la observaba. Tenía más canas y arrugas, pero por lo demás, su rostro afable y su sonrisa que siempre hacía empequeñecer sus ojos, le daban ese toque entrañable que solo tienen las madres.
Se sorprendió un poco al verme y nos abrazamos. Terminó de comprarle a la señora y comenzamos a caminar por la calle empedrada, entre más puestos de flores amarillas y otros más de comida. Aquí y allá vendían frutas, maíz y en pequeños anafres quemaban algo de copal. Avanzamos más y me dijo que tenía que pasar al molino, para ver si ya le tenían listo el mole que había llevado rato antes. La esperé afuera y recogió su paquete, mientras me contaba sobre los ingredientes que tenía, cómo los había tostado, elegido y mezclado. La escuché con atención mientras recordaba cómo habíamos tenido charlas parecidas decenas de veces, en un pasado donde la vida tenía otro matiz, otras preocupaciones y otras alegrías… pero que siempre fue un refugio grato dónde albergarse.
Platicamos de todas las pequeñas cotidianidades con que está entretejida la vida, de todos los detalles insignificantes que dan ese significado real a nuestra existencia. Le ayudé con su bolsa de mandado y seguimos caminando, en esa suave pendiente que comenzaba a formar el camino lleno de puestos y vendedores. Finalmente llegamos a mi casa, a un costado de toda esa vendimia. Me dijo que no la conocía y le dije que no, que era la primera vez que la visitaba, pero que me alegraba mucho que estuviera ahí.
Como era costumbre en el pueblo, dejé la puerta abierta, mientras los pétalos de flores formaban un sencillo y colorido sendero al interior. Estábamos en la cocina cuando entró la perra, chaparrita, de pelaje entre amarillo y tostado, con manchas blancas. Sonreí al verla y se acercó hasta mí, dándome un lengüetazo en la mano. Mi mamá se sorprendió y me preguntó de dónde había salido o si era mía. Le dije: “A veces viene a esta hora, le doy algo de comer y se va de nuevo”. La observó con cuidado y me dijo que se parecía a una que yo había tenido hacía muchos años. Le contesté que sí, que seguramente por eso me caía tan bien. Acaricié su cabeza y la perrita movió la cola, me dio otro lengüetazo de despedida, se dio la vuelta y salió.
Miré hacia la entrada y vi que la tarde comenzaba a desvanecerse. Mi mamá se había quedado mirando a la lejanía, con gesto preocupado y pensativo. Me levanté y le dije que era hora de irnos. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, disipando los pensamientos que hubiera tenido. Conforme las sombras caían y los puestos comenzaban a iluminarse con velas y veladoras, algunos perros comenzaron a salir de aquí y de allá. Algunos movían la cola y otros nos observaban con atención, pero manteniendo cierta distancia.
“No te preocupes”, le dije, “son buenos perros: todos aquí los conocemos”. Al ver los rostros iluminados por las velas, mi mamá recordó una anécdota de su infancia. Me dijo que cuando era niña, había estado muy enferma, y que soñó que iba por un camino flanqueado por velas encendidas. Tenía que seguir avanzando hasta el final, pero en dado momento sintió mucho cansancio y decidió regresar. Esa anécdota la recordaba muy bien, y me alegró mucho que pudiera contarla con toda claridad ahora, sin que las palabras y los recuerdos se fragmentaran en su mente y en sus labios… como había ocurrido tiempo antes.
El camino se hacía un poco más difícil, la pendiente se acentuaba. La gente de los puestos nos saludaba, amable, o al menos inclinaba la cabeza. El cansancio era mayor y la charla se extinguía. Al llegar cerca de la parte más alta, me detuve. Le dije que hasta ahí podía acompañarla, porque tenía que regresar a mi casa. Ella me preguntó extrañada por qué no podía ir con ella, porque ya faltaba poco. Noté un poco de temor en sus ojos, ella que nunca había tenido miedo en su vida, y la abracé. Le dije al oído que todo estaría bien, que solo sería un rato y que al día siguiente nos veríamos de nuevo. Eso pareció tranquilizarla un poco, porque me devolvió una cálida sonrisa que me llegó hasta el corazón.
Los perros que discretamente habían aparecido entre los puestos, comenzaron a acercarse, entre ellos la perrita que había entrado a mi casa. “Hija”, me dijo, “¿acaso ella no es…?”. No la dejé terminar la frase, porque la tranquilicé diciendo que todos ellos cuidarían de ella y la acompañarían en el último tramo del camino, porque eso hacían siempre con la gente buena. Al decir esto, todos ellos se acercaron. Eran bastantes, pero noté que ya no sentía miedo. Nos besamos las mejillas y nos despedimos. La perrita se volvió a mí y me dio otro lengüetazo en la mano. Acaricié sus largas orejas y con la mirada, se la encargué mucho. Ella movió su cola, como asintiendo y se fue a seguirlos a todos.
Todavía mi madre se volvió para despedirse con la mano y le devolví el gesto. Mientras descendía hacia la casa, recordé de nuevo cómo habían sido las cosas, años antes. Nunca pensé que me iría de forma prematura. El accidente de auto había sido brutal. Tendida al lado del camino, todo se oscureció. Sentí frío y miedo y comencé a temblar. Lo desconocido y el desprendimiento de este mundo es lo que más nos atemoriza. Pero llegaron ellos, uno a uno. Lamieron mi cara y mis manos. Mi cuerpo roto no podía moverse, pero mis ojos sí, y los fui reconociendo. Mis perros. Los que había tenido a lo largo de mi vida y aquellos otros que de alguna manera pude ayudar un poco (pero que en realidad me ayudaron ellos más a mí).
El miedo se fue y pude levantarme. Hubo un momento en que sentí pena y dolor por el cuerpo roto que atrás dejaba, así como también por toda la gente que amaba y me había amado. Pero los fieles canes me rodearon, como ahora rodeaban a mi madre, y me hicieron sentir mejor. Y de una nueva forma, volvieron a dar luz a mi alma.
Ya estaba clareando cuando llegué a casa. Ya no había vendedores y escuché unos ladridos alegres detrás de mí: eran ellos que venían de regreso. Entramos todos a casa y olía a mole y a comida. Sonreí: no me hacía falta saber que ahí encontraría a mi madre, como en aquel entonces, en esa otra vida, preparando el almuerzo para todos.
Cerré la puerta y dejamos atrás ese umbral que solo se abre en esta fecha entre ambos mundos, entre flores de cempasúchil, rezos, añoranzas y recuerdos.
©Mayra Cabrera, Derechos reservados
Frodo y yo (2a parte)
El viaje con Frodo fue un poco desastroso: como no estaba acostumbrado a viajar en coche, vomitó y defecó en el asiento. Debe haber estado mareado y también asustado de ser llevado por gente que no conocía, lejos de su familia humana y canina. Raúl estaba molesto, pero lo ignoré: yo me sentía mal por mi perrote, así que limpié y lo consolé. Lo llevamos a casa de mi mamá y se los presentamos.
Ahí jugó con mi sobrino, que en ese entonces estaba muy pequeño y en dado momento se asustó cuando lo persiguió. Sus aprensivos padres se preocuparon, incluso ella se molestó, y decidí que era hora de irnos de ahí. Me prometí que cuando tuviera hijos siempre convivirían con perros y no se asustarían con ellos, y yo no sería así de aprensiva. Y lo cumplí, años más tarde (y algo más, años después ella ya no formó parte de nuestra familia y mi querido perro estuvo hasta el final).
Ya en casa lo dejamos andar a sus anchas (algo que no debe hacerse, pero Frodo era un buenazo, así que no pasó nada). En la noche Raúl había decidido que durmiera fuera de nuestra habitación, pero Frodo estaba muy desconcertado y le dije que de ninguna manera. No puedo culparlo del todo a Raúl: venía de una familia en donde si bien habían tenido siempre perros, no les gustaba mucho que estuvieran dentro de casa.
Pero con el tiempo Frodo, y los demás perros que hemos tenido, echaron abajo esas ideas anquilosadas y absurdas respecto a los animales. (Supongo que ese es uno de los aspectos por los cuales Raúl ya debe ser considerado un poco como un extraño por su familia de origen). Vamos, nunca se habría imaginado que, tiempo después, permitiría a Frodo dormir en nuestra cama o que incluso dormiría abrazado de Fiona, su perra.
Definitivamente, Frodo vino a cambiar por completo nuestras vidas… y creo que nunca terminaremos de agradecerle por habernos hecho mejores personas.
Cómo mi perro cambió mi vida
El año que adoptamos a Frodo fue crucial en mi vida, en varios sentidos. Poco después de mi cumpleaños me despidieron del trabajo. Me había costado mucho llegar ahí y había trabajado con mucho tesón para conseguir una buena posición. En ese entonces buscaba encontrar un nicho en la investigación y biotecnología, pero desafortunadamente me tocó estar en el lugar y momento incorrectos en que una persona del laboratorio donde trabajaba había falseado datos de su trabajo y cuando me pidieron reproducirlos, sencillamente no fue posible.
Para defender su postura, me hizo víctima de mobbing laboral. Habían sido meses muy pesados tratando de que por lo menos algo me saliera bien en el trabajo, pero debido a su boicot, todo salía mal. Mi jefa se hartó y en dado momento, me gritó y yo sin pruebas para demostrar que alguien arruinaba mis experimentos. Finalmente me mandó llamar y me dijo que se había recortado el presupuesto para pagarme. En ese momento respiré, aliviada, porque ya no quería estar ahí, sobre todo porque ya era el blanco de burlas.
Hacía poco que me había casado y decidí enfocarme en mi casa y «darme un tiempo», a la par que terminaba mi diplomado literario. Este terminó y quedé en el limbo. Mi vida no tenía un sentido fijo y comencé a dormir más y a ver demasiada televisión. Comencé a sentir que pocas cosas tenían sentido, que todo me agobiaba y que era un fracaso. Fantasee con que quizá todo había sido mi culpa y que en realidad mi trabajo era pésimo. ¿Cómo había pensado en que podía conseguir un puesto en ese importante centro de investigación?
Por añadidura, me sentía sola, y si bien tenía entonces a mis conejos, era distinto: ellos habían formado su propia comunidad y estaban muy bien así. Necesitaba alguien más y fue entonces cuando le dije a Raúl que quería comprar un perro.
Poniendo un basset hound en mi vida
Busqué en varios lados, como lo comenté, hasta que se dio la adopción. Fue bueno que tardara un poco en darse, porque así comencé a encauzar mi vida hacia la problemática animal. ¿Cómo podía quejarme cuando había tantos seres que padecían tanto? Comencé a dejar de lamentarme y comencé a escribir, pero sobre animales.
Cuando Frodo llegó, fue un cambio enorme. Tenía alguien por quién preocuparme y era un perro muy afable y bonachón. Salíamos de paseo en las mañanas y por las tardes. Jugaba con él y fue a partir de ahí que retomé mi verdadera vocación: escribir. Se lo debo a Frodo, siempre fue el motor que impulsó mis escritos, junto con una paciencia que pocas veces he visto en alguien. Frodo se convirtió en mi amigo y confidente, alguien a quien podía abrazar en cualquier momento y contarle cualquier tontería.
Esa es una de las tantas virtudes que tienen los perros: con ellos puedes ser tú mismo sin etiquetas y sin poses. No van a juzgarte y estarán al pendiente de lo que hagas. Exceptuando a Moncho, mi conejo, no he podido tener ese nivel de compenetración con alguien más. Es una cuestión de almas, que no distinguen especies ni clases. Poseen una sabiduría que va más allá de nuestro entendimiento, de alguna manera es como si hubieran vivido en otras vidas y en otros planos. Y la única forma de poder entrar a ese nivel es permitirnos convivir con ese animal, sin prejuicios, dejándole entrar a nuestras vidas.
Frodo fue mejor que cualquier terapeuta, me hizo recuperar la confianza y seguridad que había perdido y algo muy importante, me hizo creer de nuevo en mí… el niño Frodo, como lo llamaba nuestro vet. Sin moverse más allá de nuestro hogar, consiguió que conociera gente de todo el mundo, gente con la que todavía nos hermanamos en esta aventura de ser «basseteros sin fronteras». Hizo que me leyeran desde los rincones más lejanos y me dio mucha paz.
Claro, esa paz se rompería en un mes después, cuando llegar Frida, mi perrita andariega, y cuando Frodo cometiera la peor travesura de su vida… Pero para eso son los bassets, para ser ellos mismos, aunque no los entendamos.
Continuará…
Mayra Cabrera, Derechos Reservados.