Saltar al contenido

Muffin: historia de un conejito abandonado

14 agosto, 2023

El 26 de julio de este año, alguien de mi familia se encontró un par de conejos abandonados. El vigilante del conjunto de departamentos donde vive con su familia le preguntó si no serían suyos dos conejitos que andaban por el estacionamiento y que corrían el riesgo de ser arrollados (de hecho, se habían salvado por poco de serlo). Mi sobrina se dio cuenta del apuro de los dos animalitos y, como pudo, improvisó una trampa con una caja para capturarlos. Por fortuna funcionó y ambos fueron puestos a salvo y me hablaron para ver si podía hacerme cargo de ellos. Por supuesto que acepté y me los enviaron en taxi debidamente resguardados en una caja de cartón.

Lo que parecía ser una madre con su cría, resultó ser dos hermanitos, pero uno de ellos era más pequeño que otro. Me di cuenta de que eran de la misma edad porque al revisarlos, noté que además de ser machos, a ambos ya les habían descendido los testículos. Estaban hambrientos y los alimenté. Ya había arreglado el espacio donde estarían y más tarde los llevamos con mi veterinario de cabecera, para una revisión. En apariencia se notaban bien, aunque el más pequeño se notaba agitado. Parecía no haberse desarrollado muy bien, por su tamaño (parecían tener unos 3 o 4 meses de edad, pero ese pequeñito parecía más pequeño por su talla). Los llevamos a casa y mi hija nombró de inmediato a ese conejito Muffin, por su pelito dorado.

Eran conejitos muy dulces que se cuidaban y protegían entre sí, pero noté que no eran muy activos. Lo atribuí a que estaban nerviosos en un entorno totalmente nuevo. Rápidamente se llevaron muy bien con una de mis conejas, Topokki, que es muy afable y casi de los mismos colores del conejito mayor -que todavía no tenía nombre-, tipo calicó, como algunos gatos. Al día siguiente estuvieron contentos y activos, y solo había que esperar una semana para que se adaptaran y recuperaran peso (estaban algo delgados, en especial Muffin) para un tratamiento con desparasitante.

Sin embargo, al tercer día que subí por la mañana para atenderlos a ellos y a los demás animalitos pequeños que tenemos, noté que Muffin respiraba agitado y tosía un poco. No había habido corrientes de aire y tenían donde guarecerse, así que le envié un video a mi veterinario y me dijo que era posible que hubiese broncoaspirado al beber agua. Pero que si seguía así, se lo llevara por la tarde/noche o a la mañana siguiente.

Pero todo cambió en unas horas.

Cuando subí de nuevo a verlo, seguía agitado y decidí llevarlo a consulta. Mi hija había salido y comió fuera, así que le pedí a mi esposo que subiera a verlo… pero Muffin ya había muerto. Cuando mi hija llegó, yo lo sostenía en mis manos ¡era tan pequeño!, y me costaba mucho entender qué había pasado. Sé que pude haberlo llevado para que le realizaran una autopsia, pero ya no quise que manipularan más su cuerpecito. Lloramos las dos, sobre todo ella, que rápidamente se había encariñado con ambos, en especial con Muffin, un conejito muy dulce que se fue en un suspiro.

No compres conejos (y si compras o te dan uno, ¡averigua sus cuidados!)

Escribo todo esto no solo para recordar a este pequeño que solo estuvo un par de días con nosotros. Lo hago también para concientizar al respecto. Conejos, hámsters, cuyos, ratones, tortugas, peces y otros pequeños animales se venden por miles TODOS los días. Al menos en México es fácil encontrarlos en muchísimos negocios en donde venden accesorios, alimento para mascotas o medicamentos para animales.

Pero ¿sabes qué? Que más del 90 % de todos los animales pequeños mascota, muere.

Mueren por negligencia, por descuido, por «accidente» y por supuesto, por maltrato. Podría contarte muchas historias al respecto, incluso cercanas. Conozco a personas a las que les han regalado un conejo a sus hijos y no tienen mucha idea de qué come un conejo, de que cambian terriblemente en la adolescencia (sí, los animales sufren cambios hormonales… y todo lo que esto conlleva), que les dan «la parejita» y que tienen crías… y no saben qué hacer con ellas.

Conozco gente que les ha comprado hámsters a sus hijos… y «se le murió» de frío o de hambre. O se les extravió o se les cayó de las manos y el animalito se desnucó. Sé de personas que les compraron un cuyo bebé a sus hijos y que no tenían idea de qué comían ni de su hábitat.

¿Sabes qué es lo peor? Que no te hablo de gente ignorante. Son padres profesionistas: médicos, psicólogos, ingenieros… pero que ¡no se les ocurre ni remotamente investigar un poquito de qué cuidados o alimentación necesita el animalito! O si es apropiado al carácter o edad de su hijo. Vamos ¡que ellos como padres tendrán que hacerse cargo!

Y te hablo, repito, de profesionistas. ¿Qué puede pasar con alguien que tiene sus propios apuros financieros o de otra índole? Mucho menos se preocupará por el animalito, y si se muere, pues ni modo. Y esto aplica a cualquier persona, de cualquier estrato social o preparación académica. Eso siempre me deprime.

¿Una mascota desechable para tu hijo? Piénsalo bien

No lucres con una vida. Sí, es una vida pequeña, pero es una vida que no pidió venir a este mundo. Esos conejitos, Muffin y Toffee (el nombre que elegimos para el hermanito sobreviviente), seguramente «se le escaparon» a alguien. De seguro el padre o tutor del dueño de esos animalitos ya se había hartado del ruido, del olor (la orina del conejo macho, cuando descienden sus testículos, es muy fuerte y olorosa), de los cuidados, de que el niño ya no les ponía atención… O quién sabe. No se trata simplemente de elegir una mascota para su hijo.

Estaban sucios, su pelo descuidado -y no tanto por haber estado a la intemperie quién sabe si unas horas o más tiempo- que incluso denotaba mala alimentación (todavía tenían parte del pelo que tienen los gazapos de dos meses). Medio flacos, tímidos (se dejaban agarrar con demasiada facilidad, lo que denotaba una enorme sumisión), las uñas un poquito largas…

El caso es que nunca sabré si el pequeño Muffin fue arrebatado prematuramente de su madre -muy posiblemente sí- o si se resfrió antes de que lo atrapara mi sobrina y no desarrolló problemas hasta el segundo día que estuvo conmigo. Las personas que los crían de manera intensiva, no les importa su destino, es solo otra venta más. Si se mueren a manos de niños descuidados, no los cuidan, no los alimentan debidamente, no tienen un hábitat adecuado, no importa. Hay miles más que estarán a la venta.

Te lo dejo como reflexión: ¿vas a seguir comprando o adquiriendo o aceptando animales pequeños porque aparentemente son fáciles de cuidar o para satisfacer el capricho de tu hijo? Si no hubieran atrapado a Muffin y a su hermanito Toffee, habrían sido arrollados o atacados por gatos o perros -que si son callejeros, no tienen la culpa de sobrevivir como se pueda-. Esto me recordó mucho a la historia de Nina, la perrita que rescaté y tampoco pude salvar…

«Relatos Caninos (y otros amigos animales)» Está disponible en Amazon dando click aquí.

Muffin ya no está, pero tampoco quise que su fugaz y pequeña vida careciera de sentido o significado. Deseo que lo tenga, mediante este post. Hasta siempre, pequeño. Lamento mucho no haber llegado a tiempo, pero al menos fuiste amado y cuidado. Aunque es ingenuo decirlo, deseo que no haya más conejitos abandonados como tú. No lo merecen.

© Mayra Cabrera, Derechos Reservados

2 comentarios leave one →
  1. Iván Julio Moya Fernández permalink
    16 agosto, 2023 13:49

    Qué triste historia… 😦
    Seguro tenía algo más serio, pero es difícil diagnosticarlo en tan poco tiempo.

    • 16 agosto, 2023 18:23

      Eso imagino, estimado Iván… algo más pasó, una verdadera lástima… Gracias por leerme como siempre, y un abrazo

Deja un comentario